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El dzogchén atiyoga es el sendero de autoliberación, como diferente del sendero de transformación constituido por los tantras internos (entre los ñingmapa, el mahāyoga y anuyogatantra; entre los sarmapa, el anuttarayogatantra; sin embargo, los tantras externos [entre los ñingmapa] o inferiores [entre los sarmapa], en cuanto están basados en la transformación de nuestra forma de percibir, también se incluyen en el mismo, a pesar de que más propiamente hablando constituyen el sendero de purificación) y del sendero de renuncia constituido por el mahāyāna (instantáneo y gradual) y el hīnayāna (pratyekabudhhayāna y śrāvakayāna).
Ahora bien, ¿qué significa autoliberación? Fuera de la enseñanza dzogchén, y más que nada fuera del budismo, este término a menudo se usa como sinónimo de “liberación espiritual del individuo”. Éste es el sentido más amplio en el que se puede interpretar el término, mas no el sentido específico que se le da en la enseñanza dzogchén, en el cual se refiere a una forma particular de liberación espiritual y no a esta última en general.
A menudo quienes no tienen experiencia de la práctica del sendero de autoliberación lo han entendido en un sentido más específico que el general antes descrito, pero todavía más erróneo. Por ejemplo, en una traducción de un libro de instrucciones para la práctica del tekchö en la década de 1970 se lo tradujo como “uno se libera por sí mismo” (agregando “como una serpiente que desata un nudo hecho con su cuerpo”): hay un sí mismo, y éste no se libera por el poder de algo externo a él —como en el caso de la gracia de Dios en el cristianismo, o del poder de Amitābha en la escuela de la tierra pura— sino por su propia acción. Esto es muchísimo peor, pues toda acción que parece ser realizada por la mente —o sea, por el sujeto mental, que parece ser un perceptor-agente separado de aquello que él percibe o sobre lo cual él actúa— afirma y sostiene a dicho sujeto, que es el núcleo del error que constituye la raíz del saṃsāra. Por lo tanto, es simplemente imposible que uno se libere de esta manera; por el contrario, toda acción de este tipo impide la autoliberación.
En otra traducción posterior se tradujo el término como “liberación por el poder de uno mismo”, lo que es quizás peor, pues parece que el poder mediante el cual la autoliberación tiene lugar residiera en el yo aparentemente separado, cuando en verdad yace en nuestra verdadera condición, que es común a todos, y pone fin precisamente a la ilusión de un yo separado que tiene su propio poder.
Finalmente, en un artículo mío, los editores de la revista en la que se publicó cambiaron mi expresión “se liberan por sí mismos” (que se refería a los pensamientos y las experiencias condicionadas por éstos) por la expresión “uno se libera por uno mismo” —haciendo con ello que el texto perdiese su sentido y diese lugar a una falsa impresión y un error: como era en inglés y yo no nací en un país angloparlante, dieron por sentado que era un error mío y creyeron estar corrigiéndolo.
Por todo esto, aunque el término autoliberación es perfecto en sí mismo, en los último años lo he estado traduciendo como “liberación espontánea” (recientemente descubrí que el budólogo y tibetólogo francés Philippe Cornu ha estado haciendo lo mismo, probablemente desde antes de que quien esto escribe comenzara a hacerlo).
En efecto, la autoliberación es la liberación espontánea de los pensamientos que nos confunden: (1) haciéndonos sentir que somos sujetos separados de lo que percibimos o de aquello sobre lo cual actuamos (los pensamientos supersutiles discutidos en mi entrega anterior); (2) haciéndonos percibir los objetos como siendo intrínsecamente esto o aquello e intrínsecamente bueno o malos, bellos o feos, etc., y por lo tanto haciéndonos reaccionar emocionalmente hacia ellos (los pensamientos sutiles); o (3) justificando, alimentando y sosteniendo nuestras pasiones (los pensamientos burdos). En otras palabras, se trata de la desocultación de nuestra condición originaria y verdadera de total plenitud y perfección, que instantáneamente hace que se libere espontáneamente toda comprensión en términos de alguno(s) de los tipos de pensamiento anteriores (sea uno, dos o los tres de ellos), pues la misma implica una gnosis no-dual que todo lo libera: tal como un espejo no puede aceptar o rechazar los reflejos que en él se manifiestan, pues no se siente separado o diferente de ellos, nuestra propia capacidad de conocer, experimentar, actuar, etc., cuando se encuentra libre de la ilusión dualista, no puede ni adherirse a los pensamientos en términos de los cuales experimenta, ni oponerse a ellos, y por lo tanto éstos no pueden fijarse y permanecer, sino que se disuelven instantáneamente en la patencia de la verdadera condición no-dual y no conceptual de nuestra capacidad de conocer, experimentar, actuar, etc., como dibujos hecho en el agua.
En el tekchö (así como en el longdé, etc.) se habla de tres tipos principales de autoliberación. El primero es la autoliberación mirando el objeto o cherdröl (gcer grol): mirando directamente el pensamiento que está presente en un momento dado, se re(co)Gnosce lo que ese pensamiento es en verdad, que es también lo que el sujeto mental que lo mira es en verdad. Esto se ha comparado con el reconocimiento de un viejo amigo, pues lo que se re(co)Gnosce es la propia esencia, el propio rostro original anterior a toda forma, algo más íntimo y propio que el más íntimo de los amigos. Es de la mayor importancia subrayar el hecho de que dicho re(co)Gnoscimiento no es el reconocimiento dualista de un objeto en términos del contenido de un pensamiento, sino la superación misma de este tipo de reconocimiento. En otras palabras, de lo que se trata no es de reconocer intuitivamente que el pensamiento presente es en verdad el dharmakāya, o la verdadera condición o naturaleza primordial de toda la existencia, etc., ni tampoco en expresar este reconocimiento intuitivo en términos de pensamientos discursivos; de lo que se trata es de la desaparición instantánea del sujeto mental simultáneamente con el pensamiento que constituye e interpreta el objeto —y por lo tanto también de este último—, y la concomitante manifestación instantánea del estado de rigpa que hace patente nuestra verdadera condición de manera no-dual y no-conceptual, y que, como señala a menudo Chögyal Namkhai Norbu y como señalé en la entrega anterior, implica una instantánea relajación total: puesto que la dualidad de un sujeto y un objeto desaparece instantáneamente junto con la importancia que generalmente damos a la experiencia, las tensiones que normalmente atan nuestra existencia se rompen en ese mismo momento, como la cuerda que ata un brazado de leña.
Las siguientes líneas pueden ilustrar el tipo o capacidad de autoliberación en cuestión:
Al mirar el pensamiento presente para aprehender la substancia que lo constituye
instantáneamente no hay ya alguien que mira y algo mirado,
pues el sujeto y el objeto se disuelven instantánea y espontáneamente,
independientemente de su voluntad, como plumas que entran al fuego:
El pensamiento desaparece en ese instante y sólo queda
La patencia de la capacidad (co)Gnitiva primordial
Que es intrínsecamente todo-liberadora.
Luego tenemos la autoliberación por reacción espontánea o shardröl (shar grol). Este tipo de autoliberación no tiene lugar a raíz de mirar el pensamiento que ya se encuentra establecido como objeto a fin de aprehender lo que dicho objeto es en verdad (o sea, a fin de aprehender correctamente la energía dang (gdangs) que constituye el pensamiento y así volver a vivenciar el dharmakāya que previamente re(co)Gnoscimos en la Introducción directa), sino de algo menos intencional y más inmediato. Cuando el pensamiento está surgiendo y antes de que se haya establecido como objeto, hay un movimiento automático de la atención hacia su propia fuente —o, lo que es lo mismo, hacia donde parece comenzar a surgir el pensamiento— con lo cual instantáneamente dicho movimiento y dicha atención se disuelven simultáneamente con el pensamiento que se estaba estableciendo. En este caso no puede compararse la autoliberación con la ruptura de la cuerda que amarraba un brazado de leña, pues la cuerda constituida por la tensión inherente a la dualidad sujeto-objeto y al dar importancia a la experiencia, se rompe precisamente en el momento en el que estaba amarrándose. Quizás un mejor ejemplo sería el de un nudo diseñado para que se deshaga en el momento en el que se tire de la cuerda a fin de anudarlo más fuertemente. Se dice también que en este nivel nos liberamos como una serpiente que deshace espontáneamente el nudo que alguien había hecho con su cuerpo: el nudo se deshace naturalmente y no como resultado de una acción premeditada y autoconsciente. Este segundo tipo o capacidad de autoliberación puede ilustrarse con las siguientes líneas:
Cual serpientes
tensiones aparecen y bailan en mi pecho;
cual serpientes
se desenroscan y liberan en el acto
en el ilimitado espacio o extensión / espacio
radiante, ilimitado y no-nacido.
Por último, tenemos la autoliberación sin acción ni reacción, a medida que la experiencia va surgiendo, que es lo que se conoce como rangdröl (rang grol): lo que surge se va liberando a medida que surge, como un dibujo hecho en el agua que desaparece a medida que se lo va dibujando. Aquí no se requiere ni una acción intencional del sujeto ni una reacción espontánea de éste. Lo que surge se libera por sí solo, sin que nadie tenga que liberarlo. La cuerda nunca comienza a amarrarse; a nivel del pensamiento o, lo que es lo mismo, de la energía dang (gdangs), la vacuidad que constituye el aspecto katak (ka dag) de la base y las apariencias que constituyen su aspecto lhundrub (lhun grub) se manifiestan coincidentemente. Somos como el espejo, que refleja lo que se presente sin que se adhiera a él ni deje en él huella alguna, de modo que lo reflejado se libera a medida que va apareciendo. Puesto que ya no hay un sujeto mental que pueda ser perjudicado por lo que surja, se dice que en este estadio las pasiones y todo lo que pueda surgir son como un ladrón en una casa vacía.
Este tercer tipo o capacidad de autoliberación puede expresarse poéticamente del siguiente modo:
El silencio ruge y la oscuridad brilla
en la chispeante plenitud del Vacío
y si surge un pensamiento
también él es vacío
y por ende no vela
el rugido del silencio
en la plenitud del vacío.
El último de estos tres tipos de autoliberación constituye la forma más pura de este fenómeno y corresponde al estado mismo de realización. Ahora bien, cabe señalar que los tres tipos de autoliberación no son tres niveles claramente delineados que se sucedan los unos a los otros, de modo que para comenzar debamos necesariamente obtener el primer tipo, que sería el único en manifestarse durante un cierto período, después de un tiempo el segundo, que sería el único en ocurrir durante otra etapa y, finalmente, tarde o temprano, el tercero, que desde entonces sería el único en tener lugar. Los tres pueden sucederse sin ningún orden aparente, aunque por lo general el primero en manifestarse y el que predomina de manera casi absoluta al comienzo de la práctica es el que se conoce como cherdröl (gcer grol) o «autoliberación mirando el objeto». Y, para poder estabilizar el tercero, por lo general es indispensable realizar una práctica intensiva de thöguel (thod rgal), ya que sólo ella neutraliza totalmente en esta vida la tendencia a experimentar dualísticamente (por efecto de la reificación de los pensamientos supersutiles), a tomar los objetos que aparecen en la experiencia dualista como intrínsecamente verdaderos, buenos o malos, bellos o feos, etc. (por efecto de la reificación de los pensamientos sutiles), y a atribuir valor e importancia intrínsecos a los contenidos de los pensamientos discursivos, a tomar estos últimos como absolutamente verdaderos o falsos, etc. (por efecto de la reificación de los pensamientos burdos).
Finalmente, el haber desarrollado los tres tipos o capacidades de autoliberación no nos exime de practicar a continuación el thöguel. Al contrario, haberlos establecido de una manera firme nos indica que estamos listos para practicar este nivel final de la práctica del menngagdé (upadeśavarga) del dzogchén.
¡Que todos los seres sean felices!
Próximas entregas:
Los tres aspectos de la Base, el Sendero y el Fruto
El sentido de la Introducción Directa y las Tres Frases del testamento de Garab Dorye